martes, 10 de marzo de 2009

Gaza es una vergüenza, por Javier Aisa

Gaza es una vergüenza
Javier Aisa, Área Internacional de IPES.

Cuando el precio de la carne para guisar llega a los 13 dólares y el ingreso medio de más del 75 % de la población es de 2 dólares al día, las personas que sobreviven en la cárcel de Gaza han considerado una liberación la voladura de un kilómetro del muro que les separaba de Egipto. La mayoría de los días no tienen luz, ni alimentos básicos. Padecen escasez de medicinas y apenas disponen de agua. Por eso, el millón y medio de habitantes que se hacinan en ese territorio al borde del Mediterráneo (dos terceras partes en campos de refugiados, una densidad media de 7.725 personas por kilómetro cuadrado en la mitad de Gaza donde se concentra la población; la de Israel es de 307 personas) se sienten “como un cadáver” –así se menciona en un blog- debido al asedio que ha impuesto Israel desde el 17 de enero a lo que denomina “entidad enemiga”.
Estas duras medidas son inhumanas e inmorales, pero además son inútiles. El argumento israelí es defensivo: responder al lanzamiento de cohetes kassam por los milicianos palestinos contra los pueblos israelíes próximos. Un total de 1.786 en el año 2006. Pero esa tesis es cuando menos parcial, porque Israel ha disparado contra Gaza 14.100 obuses de artillería en el mismo periodo de tiempo. Se trata más bien de un castigo a toda la población y una táctica destinada a minar su ánimo y a desgastar por la fuerza al movimiento islamista, quizá con la intención de proceder luego a una invasión en toda regla. Grave error del Gobierno encabezado por el primer ministro Olmert, que entrega la política exterior a los generales de división, ahora al ministro de Defensa -el laborista Barak- un rival que aspira a ganar popularidad (un 67 % de los israelíes quiere el endurecimiento de las sanciones) a base de contribuir con la violencia a que Gaza se pudra y Olmert dimita por incompetente. Los bombardeos, los aviones espía, el bloqueo y las incursiones nocturnas no evitan que Sderot, en tierra israelí, sea un blanco alcanzable. Hamás ha obtenido un gran éxito propagandístico, ha recuperado la iniciativa política, oculta sus errores acusando de todos los males a Israel y suma nuevos adeptos a sus filas, mientras espera la llegada del Tsahal para demostrar que puede ser vencido o al menos contenido como en Líbano. Las milicias islamistas continuarán rearmándose a través de las decenas de túneles que desde hace 25 años cruzan la línea Saladino, que marca la frontera entre la franja de Gaza y Egipto, según el tratado de paz firmado por El Cairo y Tel Aviv en 1979 y por donde entran armas, medicinas, personas, alimentos y todo tipo de mercancías, por valor de 339 millones de euros al año.
Gaza formaba parte de Palestina durante el mandato británico. Luego fue entregada a la administración egipcia tras la guerra de 1948, sobre todo con el propósito de impedir que surgiera una administración palestina autónoma. Egipto apenas se preocupó de los habitantes de este rectángulo de 370 km2 y hasta obstaculizó que ejercieran sus derechos nacionales.
La economía palestina está siendo destruida progresivamente. Desde los acuerdos de paz de Oslo y su aplicación a partir de 1993 las condiciones económicas y sociales de la población han empeorado. La agricultura, los servicios, la industria, el comercio y las inversiones han descendido a tasas de crecimiento negativas. El Producto Interior Bruto “per cápita” ha caído desde 1.500 euros en 2000 hasta 700 en 2006 (el de Israel es casi de 25.000). Las causas son el cierre de los territorios, la fragmentación y cantonalización, la confiscación y anexión de tierras y la retención de los ingresos fiscales llevada a cabo por Israel. No por conocidos algunos datos de la franja son menos duros para sus moradores: en Gaza cerca de la mitad de la población está sin trabajo, la tasa de fertilidad es de 5,5 a 6 niños por mujer (en 20 años se duplicará el número de habitantes) y un 80 % tienen menos de 50 años y de ellos el 50 %, 15 o menos años. El acuífero costero no tendrá recursos en 10 años. Sin posibilidad de trabajo, viviendas y servicios sociales, a los habitantes de Gaza sólo les queda la resistencia a toda costa. No tienen mucho más que perder.Desde el día que los colonos judíos salieron de Gaza, en el verano de 2005, el Gobierno israelí considera que ya no es responsable de ese territorio. Tampoco es que antes le importaran mucho quienes vivían allí, porque no se gastó un shekel en edificar una habitación de hospital ni en horadar un pozo de agua potable. Sin embargo, ejerce un férreo control desde el exterior. “Gaza es un infierno al lado de nuestras casas. Pretendemos apagarlo echando más leña al fuego” escribe, pesimista, el intelectual israelí Yigal Sarna, y añade “el alcance de los cohetes está señalado por la profundidad de la desesperación”. Israel nunca obtendrá su seguridad si Gaza no recupera la libertad.

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